viernes, 1 de marzo de 2013


Equidad de Género                                                                                                                                                 Históricamente la diferencia entre el género humano ha sido marcada fuertemente, desde el inicio de la vida social, económica y política. Desde aquel entonces, la mujer no tenía derecho a ni a ser escuchada, ni a opinar, ni mucho menos a elegir su papel en la familia o  en la sociedad, pues existía una división de trabajo muy diferenciada; el hombre se dedicaba al trabajo y la mujer al cuidado de la casa y de la familia.                                                                                                                                     Esta forma de vida ha sido infundida a través de las diferentes generaciones, sin embargo poco a poco las mujeres han demostrado tener la suficiente capacidad de actuar en la vida social y económica, logrando excelentes resultados, derivados de la toma de decisiones en el sector político, en las entidades económicas  y en los importantes aportes en la ciencia y tecnología.
En la relación amorosa se pone en juego la libertad individual a favor del vínculo. Pero un vínculo de esta clase no puede durar porque la libertad es esencial para un ser humano, y en algún momento se pondrá esta necesidad en evidencia.
No se puede elegir entre el amor de alguien y los intereses personales. El sacrificio de renunciar a ellos por amor deja un residuo de resentimiento que no se borra con besos ni abrazos.
La persona que vive para el otro sin condiciones se opaca hasta quedar reducida a una sombra, la sombra del otro.
Esa devoción, lejos de atraerlo termina alejándolo, porque sólo se puede amar a una persona con identidad propia.
En el amor de pareja el conflicto es parte de la relación, porque son dos seres libres que pueden llegar a obstaculizarse mutuamente.
El camino de la negociación es el único viable en estos casos siempre que éste no implique estancamiento de alguno de los dos.                                                                                                                             El amor no puede ni debe ser una cuestión puramente emocional, necesariamente debe ser un sentimiento reflexivo, porque si no fuera así seríamos esclavos de él y además de podría llegar a convertir en odio.
Como bien decía Freud, el único amor posible sin condiciones es el de una madre por su hijo.
Los demás vínculos afectivos deben ser racionales, no se puede aceptar, en nombre del amor, el desprecio, la infidelidad, la mentira o el maltrato.El TERCER GÉNERO quiere mejorar la vida de personas cuya inclinación sexual no coincide, ni tiene por qué, con lo que los demás interpretamos. El nombre del plan, el tercer género, se elige y se prefiere al tercer sexo por respeto a la pluralidad y riqueza de la sexualidad: hay tantas sexualidades como personas o gustos. Se elige género, y no sexo,  por lo establecido y aceptado que está el sintagma (incluso en sus más dudosas combinaciones, como en violencia ‘de género’). Género, pero no gramatical ni neutro frente a masculino y femenino.                                                                                                                                                                                                   GAY, NO GEY. La palabra gay viene de la comunidad jipi de San Francisco que quiso ver en gay, alegre, el acrónimo degood as you, tan bueno como tú (se entiende, heterosexual). El lexicógrafo Arturo del Hoyo documenta la palabra gay en España en la revista Interviú del año 1976 y la Academia la tiene admitida desde 2001: gay. perteneciente o relativo a la homosexualidad; hombre homosexual. Curiosamente                                                                                                                            HOMOSEXUAL INCLUYE LESBIANA. Salvo si hablamos de la cultura lesbiana o lésbica (de sólo mujeres homosexuales), lo mejor y más rápido será desposeer a la palabra homosexual de la connotación negativa que históricamente ha tenido y aplicarla por igual a unos y a otras: personas con inclinaciones sexuales hacia personas de su mismo sexo. En estos tiempos de desdobles descomunales, homosexual, sustantivo o adjetivo, debe bastar como genérico y ahorrarnos el penoso “gays y lesbianas” y el absurdo “homosexuales y lesbianas”, como si una palabra no incluyera a la otra.                                                                                                                                                                                                                                                                                                    HAY QUE PACTAR UN LENGUAJE, hay que salir del tabú, del mal gusto y del eufemismo. Porque la malicia no ha de parar. El sustituto más universal del castellano, pronombre neutro lo,significa por defecto ‘sexo’ o ‘sexo urgente’ y así lo entiende quien escucha frases como lo hicimos en el parque ó lo hicieron sin esperar más. (De asociaciones de este tipo se sirvió, a su manera, la campaña póntelo, pónselo que fue tan famosa.) La malicia ha viciado verbos transitivos como meter o tirar, que los hablantes sustituyen por entrar o caer, intransitivos: éntrate el banco ó ha caído a la hermana.                                                                                                                                                                                              SI LA PSICOLOGÍA, necesidades y perspectivas del tercer género se hicieran múltiples y compartidas por todos, homos y héteros, lograríamos neutralizar la peor parte del machismo, varones que se creen que lo son porque mean de pie y no como otros que orinan, los pobres, sentados. La anécdota es real y está vigente como seña de identidad en algunas peñas masculinas. El varón macho masclo másculo músculo es probable que gallee todavía algunos años delante de mujeres y amanerados mariquitas a los que, por débiles, desprecia. Pero habría que verlo delante del macho músculo embutido en pantalón de cuero que se prepara para una penetración anal lubrificando su homosexualidad con un certero salivazo. Historias de Genet y de Fassbinder. ¿Se acuerdan de Querelle?